martes, 17 de diciembre de 2013

Víctor Jara

Víctor Jara
Quisiera decir algo que no se haya dicho ya sobre Víctor Jara, propósito que me temo es imposible, pues aún hay muchas cosas que ignoro de Víctor Jara. Mucho se ha escrito de él. Dejaré de lado su aspecto político, pues no es mi propósito discutirlo aquí; por lo tanto me limitaré a expresar mi impresión personal de su lado humano.
Al ver videos de sus actuaciones en vivo he visto a un hombre de ideas claras y sencillas. Un hombre hasta cierto punto tímido; me da la impresión de un hombre introvertido que de repente se ve forzado a salir de sus rincones para darse a entender, no sin cierta dificultad o al menos invirtiendo cierto esfuerzo por encontrar las palabras adecuadas. Me da la impresión de estar escuchando a un niño deslumbrado, sorprendido, pillado, diciendo solo cosas buenas. En público muestra un humor ingenuo.

Sin embargo, al cantar la cosa cambia. Puedo percibir cómo la expresión de su rostro y su voz profunda se amoldan perfectamente al tema, cómo se dibuja un rictus de profunda convicción en su cara, cómo su voz adquiere una fuerza y decisión indescriptible. Su mirada cambia bajo el influjo de su asombrosa capacidad histriónica. Deja de ser el infante que muestra sus juguetes. Transmuta, se vuelve de hierro.

Para hacer sus canciones sigue un método simple pero complicado al mismo tiempo: se limita a usar los acordes en su guitarra para obtener la combinación de sonidos que desea correspondientes a su sentir. Su música resulta melódica más que armónica; fácil de decir, difícil de lograr. 

Me sorprende además que siendo ya un dramaturgo haya llegado a dominar tan notablemente la ejecución de la guitarra. Prácticamente usa la música para sus fines personales, la esclaviza a sus deseos, hace la música que quiere oír Hombre de profundas convicciones usa la música como medio de denuncia social directa, una protesta suave y certera que arrebató la voluntad de muchos y al mismo tiempo frunció el entrecejo de otros tantos.

Su producción e interpretación en muy variada; lo mismo se llena de ternura al cantarle a un niño pobre de barrio (Luchín), al amor sufrido de una pareja de obreros (Te recuerdo Amanda), aborda el tema de la esclavitud de los negros (A la molina no voy más), denuncia (Vientos del Pueblo), añora (Yo no quiero la patria dividida), se define (Manifiesto), que canta canciones picarescas y amorosas de la lírica popular chilena.
Sigue siendo sin duda alguna figura emblemática de la música chilena; su música sigue tocando corazones en el mundo entero.











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